El pasado 18 de mayo, nuestros castores se abrocharon bien fuerte las botas, cogieron sus prismáticos, llenaron sus cantimploras de agua, se colocaron bien el fular y cogieron sus chubasqueros para poner rumbo al Barranco de los Cernícalos. ¡Nos esperaba un día lleno de aventuras! ¡No podíamos esperar a embarrarnos hasta las cejas, saltar riachuelos y trepar algún que otro árbol!
Todo comenzó, ese mismo sábado, en el parque Don Benito, mientras esperábamos a la guagua con ansias de pisar tierra firme. ¡Estábamos nerviosos por la gran aventura que se nos venía encima!
Una vez que llegamos, empezamos nuestra expedición junto a la Tropa, que nos acompañó por muy poco tiempo, nosotros queríamos ir solos en busca de escarabajos y coger alguna que otra piña del suelo. ¡Y para nuestra sorpresa vimos unas cabras y unas ovejas enormes! Nos dimos cuenta de esas molestas plantas que pican y se nos quedan pegados al pantalón. ¡Buah, que horrible fue despegarlas! También vimos una acequia que estaba llena de caracoles y un precioso riachuelo que comenzamos a seguir como buenos castores, "nadando río arriba" a ver que nos deparaba.
Mientras esperábamos a los troperos, nosotros que estábamos muertos de hambre, para engañarla un poco, nos pusimos a crear, cerca del riachuelo que habíamos encontrado, un pequeño dique que terminó siendo más parecido a un puente. Nos subimos a las piedras y a los árboles como buenos exploradores y para no olvidarnos de nada, nos sacamos muchas fotos.
Después de comer, tuvimos un rato de tiempo libre para reposar la comida. Jugamos a pi y nos convertimos en pequeños científicos haciendo experimentos acuáticos en la acequia. Pero llegó la hora de coger la guagua y de volver a casa.
¡QUÉ DÍA MÁS DIVERTIDO PASAMOS!
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